Por Julio Carmona
Mucho se ha hablado a raíz de la extradición del ciudadano japonés Kenya Fujimori Fujimori. Pero se ha hecho muchas veces tergiversando los términos. Por ejemplo eso de seguir considerándolo como "ciudadano peruano". Y no es así, porque esa nacionalidad peruana devino nula, en la medida que la Constitución que se lo impedía no es la del '93 sino la del '33, que es la que regía cuando él llegó al Perú sin haber renunciado a la nacionalidad japonesa, la misma que hizo valer para refugiarse en el Japón al fugar abandonando el cargo de Presidente que ostentó por diez años, ilegalmente no sólo por el golpe de Estado del '92, sino porque para ser presidente del Perú, según la Constitución del '79 -aplicable para el caso-, se debía tener la nacionalidad peruana, que la daba el haber nacido en el Perú o el haber renunciado a la nacionalidad de origen: y en ambos casos está probado que Fujimori no cumplía con esos requisitos.
La otra tergiversación de los hechos -en el tráfago discursivo denunciado- es seguir llamándolo "Presidente" (como hacen sus ayayeros, para impresionar a los incautos y lograr para él un estatus de privilegio) o "ex Presidente" (como hacen los desinformados); porque lo que hizo el reo Fujimori fue usurpar funciones y, conforme lo establece la Constitución engendrada por él mismo (razón más que suficiente para invalidarla, pues sigue ostentando su firma), "nadie debe obediencia a un gobierno usurpador", es decir, que un gobierno usurpador es nulo como son nulos sus actos (Artículo 46º). Por eso cuando se exige para él un trato "de acuerdo con su investidura de ex jefe de Estado", no sólo se ignora o se pretende ignorar la invalidez de dicho estatus, sino que además se olvida que incurrió en otro delito (Artículo 380º del Código Penal) que es el de "abandonar" el cargo que usurpó por diez años, lo que también lo desautoriza para reclamar la validez de un cargo usurpado y abandonado.
Por otro lado, esa descalificación de haber sido Jefe de Estado la proporciona el mismo reo al decir que él no estaba enterado de ninguno de las actos ilícitos por los que se le juzga, cometidos en su "gobierno", pues de ser así lo único que demuestra es una absoluta incapacidad para gobernar, dado que los delitos cometidos y publicitados incriminaban a sus agentes de manera flagrante y, no obstante, su "gobierno" no sólo no los persiguió ni condenó sino que los condecoró y felicitó y (cuando fueron perseguidos y juzgados por el impulso de los organismos de derechos humanos y del periodismo honesto) él los amnistió. Pero todas esas tergiversaciones de los términos se hacen patéticas cuando se pretende minimizar su responsabilidad en actos tan execrables haciendo un paralelo con la supuesta estabilidad económica que introdujo (luego de la debacle del primer gobierno aprista), y esto se derrumba por su propio peso, porque esa recuperación económica lo que hizo es llevar al Perú a la mayor dependencia de toda su historia, y para lograr eso no era necesario hacerlo derramando sangre inocente. Los tiranos (homónimos del reo Fujimori, tal el caso de Pinochet) pretenden siempre tapar sus crímenes amparándose en el "orden", pese a ser un "orden" represor de los derechos del pueblo, y favorable a unos pocos privilegiados -incluido el propio tirano- que ven crecer sus riquezas.
Por último (la cereza que corona la torta): decir "Fujimori ha vuelto" es también erróneo, porque si bien es cierto él planeó volver vía Chile, lo hizo suponiendo que se iba a cumplir el -felizmente fallido- pronóstico Valle Riestra: que ningún expresidente había sido extraditado. Y, bueno, la justicia chilena parece haber visto que no tiene el estatus de expresidente. Y por eso digo que "no viene" como tal, sino que "lo traen como reo flagrante y contumaz". Para paz espiritual de todas sus víctimas.
Julio Carmona
Miembro de la Directiva (Vicepresidente) del Gremio de Escritores del Perú
Miembro del Comité de Redacción de la Revista Digital argentina
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