Un cementerio inmenso. Es la "fosa común más grande de América Latina", como la definieron desde meses, o sea desde cuando fue descubierta a principios de este año en el municipio de La Macarena, región del Meta, en Colombia.
Ahora por fin se trata de una fosa D.O.C. como le decimos en Italia a los productos cuya calidad es atestiguada por un título de Denominación de Origen Controlada. Su existencia finalmente ha sido certificada por una delegación de observadores internacionales integrada por parlamentarios de Europa y de EE.UU quienes han testimoniado que lo que iban denunciando los pobladores de La Macarena era la verdad.
En Colombia, la democrática Colombia, (nada que ver con esa cueva de dictadores y mala gente, como son Venezuela y Cuba) resulta que si por ejemplo los residentes de una comunidad denuncian la presencia de un enorme "cementerio clandestino", donde fémures y costillas surgen de todas partes y donde los perros y los buitres van de comida, se necesita además que una delegación completa de observadores internacionales llegue del otro lado del planeta para confirmarlo.
Ocurre también que después de la visita de estos observadores, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia declare que no hay fosas comunes en el área y que incluso el más importante periódico del país, El Tiempo, cuyos mayores accionistas son tanto el neo electo presidente Juan Manuel Santos y ex ministro de Defensa, tanto su primo, el actual vicepresidente Francisco Santos, ignore completamente la noticia.
En La Macarena también ocurre que a los dos lados del "cementerio clandestino" haya respectivamente una base militar y un pequeño aeropuerto. Y ocurrió que casualmente los campesinos ineptos en vez de zapar la tierra hayan visto decenas de cadáveres tirados a la cercana fosa por helicópteros.
Todo esto no fue suficiente en Colombia para que el país tuviera derecho a una investigación seria con el objetivo de buscar la verdad, se necesitaron decenas de observadores internacionales que dieran voz a la denuncia presentada en enero por los campesinos de La Macarena. Se cree que haya dos mil cadáveres enterrados en este cementerio. O al menos los que queda de ellos. Ningún problema por el gobierno, no son personas, "son guerrilleros caídos en combate" han declarado fuentes oficiales.
Demasiado esfuerzo para identificarlos y darles digna y adecuada sepultura. Además no son tantos, "solamente " 400, declararon miembros del ejército y fuentes del gobierno. Y ni siquiera enteros ya que por estos lados se acostumbra desmembrar los cuerpos de los muertos como práctica de entrenamiento militar, o paramilitar, que luego es lo mismo. Detalles.
Como un detalle insignificante parece ser el hecho de que se trate verdaderamente de guerrilleros caídos en combate. Se rumorea que se trata de opositores políticos o de campesinos del lugar. Vieja historia, siempre la misma, la de los adversarios políticos que desaparecen en Colombia.
En este país civilizado se descubrió que el ejército acostumbra matar a personas inocentes, jóvenes atraídos por la propuesta de un trabajo, después de haberlos llevados cientos de kilómetros lejos de la casa, después de haberle puesto un arma en las manos y vestidos con un uniforme de las FARC de manera que fueran presentados como guerrilleros caídos en combate.
Un carnaval macabro para obtener promociones, premios y concesión de licencias, así como más dinero por el Plan Colombia.
Los llamaron falsos positivos y es un engañoso nombre, ya que aunque se trate a todos los efectos de ejecuciones extrajudiciales o desapariciones forzadas, el término falso positivo no identifica inmediatamente estos crímenes de Estado por los que un país arriesga una condena por crímenes de lesa humanidad por los tribunales internacionales.
Un falso positivo es un invento del cual Colombia tiene la patente, chocante y paradójica en su crueldad, digna del realismo mágico que este país le dio gran contribución con las obras de Gabriel García Márquez.
Dice el gran escritor colombiano que en el mundo que ha tratado de representar en sus novelas, no hay división entre lo que parece real y lo que parece fantasía. En Colombia, incluso los peores crímenes parecen ser obras de fantasía tan son surrealistas.
Sólo en Colombia se usan motosierras pasa hacer masacres o se juega al fútbol con las cabezas de los muertos, mientras que en el aire voltean los helicópteros del ejército.
La fosa de La Macarena bien puede ser ahora aquella en donde el pueblo colombiano pueda encontrar la fuerza y el coraje para echar por fin, junto con los restos de los dos mil cuerpos sin nombres y sin rostros comidos por los gusanos, lo que queda de la farsa que la opinión pública internacional insiste en llamar "democracia colombiana".
Hace unos días celebramos el Bicentenario del Grito de Independencia en Colombia. Marcharon animados por un orgullo nacional noble y grande, como 400 mil personas en las calles de Bogotá.
No me gustan las conmemoraciones. Menos aún cuando se conmemora un pasado glorioso, bajo el yugo de un presente desastroso e indigno.
¡El Grito de la Independencia se debe dar ahora y de una vez!
Los colombianos ahora y de una vez deben descubrir el orgullo pisoteado por una decena de familias infames que siguen a someterlos a injusticias y violencia. Deben descubrir el orgullo pisoteado, a pesar de aquel Grito de Libertad de hace doscientos años, por los poderes extranjeros que utilizan los políticos locales aún hoy como títeres en sus estrategias geopolíticas.
¿Qué Independencia se celebró en las calles de Bogotá los días pasados? ¿Qué Patria idealizada se reunió bajo la bandera de Bolívar?
La Marcha Patriótica debería haberse dirigido hacia Palacio de Nariño, sede del gobierno del país y allá en el frente cavar una gran fosa común donde tirarle adentro todos los narco-paramilitares que lo habitan al grito de ¡Colombia Libre!